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He estado trabajando con líderes de la iglesia durante tres décadas en el tema de la toxicidad en la iglesia. Los miembros tóxicos de la iglesia entristecen al Espíritu Santo con “amargura, enojo, ira, gritos, insultos, así como toda malicia” (Ef. 4:30-31). Son chismosos, pesimistas, acosadores y, en general, personas negativas. Puedes contar con ellos para chismear, difundir rumores, e interrumpir la unidad de la iglesia.

Son lo opuesto a lo que Dios ordenó a los miembros de la iglesia: “Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo” (Ef. 4:32).

Los pastores y otros líderes de la iglesia a menudo dudan en lidiar con la toxicidad en la iglesia. Lo entiendo. Es solo más conflicto, confrontación, y posible pérdida de miembros.

Pero aquí está la dura realidad: la congregación no avanzará con miembros tóxicos en la iglesia.

Veamos qué sucede en una iglesia cuando los miembros tóxicos se van. Básicamente, para la iglesia, se convierte en dolor a corto y mediano plazo, pero se obtienen ganancias a largo plazo.

Aquí está la dura realidad: la congregación no avanzará con miembros tóxicos en la iglesia.

Etapa uno: éxodo. La iglesia definitivamente perderá miembros. Después de todo, ya ha perdido los miembros tóxicos. Y es común que los miembros tóxicos tengan seguidores. Es probable que también se vayan. Algunos de los seguidores son tóxicos ellos mismos, otros simplemente no han escuchado la historia completa.

Etapa dos: cuestionamiento. La mayoría de los miembros de la iglesia generalmente desconocen el conflicto y la contienda que causaron los miembros tóxicos. Entonces, cuando hay confrontación y éxodo de miembros, la mayoría silenciosa no comprende completamente lo que está sucediendo. Algunos están lidiando con conmoción y dolor; otros simplemente tienen preguntas.

Etapa tres: calma. Durante esta etapa, la congregación continúa lidiando con el impacto del conflicto y la partida. Los miembros comienzan a sentir una nueva realidad en la iglesia, y les llevará un tiempo adaptarse a ella. A veces llamo a esta etapa: “apatía de ajuste”. La buena noticia es que esta etapa suele ser corta.

Etapa cuatro: sanidad. La toxicidad se ha ido. Las relaciones comienzan a sanar. La confianza crece. Los líderes y miembros de la iglesia ahora tienen mayores recursos emocionales para enfocarse en los demás y enfocarse en su comunidad.

Etapa cinco: recuperación. La buena noticia sobre esta etapa es que el período de recuperación generalmente es un momento de gran oportunidad para la iglesia. Trabajé con un pastor en una iglesia donde la asistencia disminuyó (en números redondos) de 400 a 300 cuando la iglesia pasó por la etapa uno. Pero, para cuando la congregación alcanzó la etapa cinco, la asistencia era más de 500. Si bien los números no son la mejor medida de la salud de la iglesia, en este caso indicaban un mayor enfoque en la Gran Comisión y la comunidad a la que servía la iglesia.

Los miembros tóxicos de la iglesia estuvieron presentes en las iglesias del primer siglo. Todavía están presentes en las iglesias del siglo XXI. Son realidades dolorosas para los pastores y otros líderes de la iglesia. Esas son las malas noticias.

Pero la buena noticia es lo que ocurre cuando la toxicidad se va de la iglesia. Después de una reacción inicial dolorosa, las congregaciones a menudo se recuperan y están más saludables de lo que han estado durante mucho tiempo.


Publicado originalmente por Thom Rainer. Traducido por Emanuel Elizondo.
Imagen: Lightstock.
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