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Como escritora, mucho del trabajo que hago es para personas que nunca he conocido. Esto no aplica en mi papel como madre. Estoy profundamente consciente de que mi audiencia primaria consiste de dos adolescentes pelirrojas que me están mirando mientras vivo mi fe diariamente.

Cuando mi egoísmo está en desacuerdo con las cosas que creo, no lo puedo esconder de ellas. A pesar de mis muchos fracasos, desesperadamente quiero ayudarlas a ver algo de quién es Dios y quiénes son ellas en Él. Nuestros jóvenes están creciendo en un mundo que está constantemente diciéndoles que la verdad, si es que existe, se encontrará dentro de ellos. Se les dice que tener valentía es perseguir tus sentimientos y la manera de encontrar felicidad es vivir tu propia historia. El problema con esto es que está basado en una mentira. Como resultado, esta búsqueda de identidad y verdad es uno de los problemas más críticos que nuestros jóvenes enfrentan.

Si la verdad se encuentra mirando adentro, tenemos un sinnúmero de problemas. Primero, cambiará con cada variación de humor o circunstancia. Como un barco sin ancla, seremos llevados y atropellados por cada ráfaga de viento u ola que enfrentemos. Segundo, la verdad que se limita a lo que podemos ver y entender será pequeña. Puede sonar atractivo ser el autor de nuestra propia historia, pero las historias que escribimos para nosotros mismos inevitablemente resultarán más pequeñas de lo que deseamos. No solo eso, sino que también nos roban nuestro lugar en una historia que es más grande de lo que posiblemente imaginamos y más verdadera de lo que nos atreveríamos a desear. Tercero, este enfoque subjetivo de la verdad tiene un defecto fatal: asume que las cosas que encontramos dentro de nosotros mismos siempre serán buenas. Un entendimiento superficial de la naturaleza humana revela que esto no es verdad.

Se les dice [a nuestros hijos] que tener valentía es perseguir tus sentimientos y la manera de encontrar felicidad es vivir tu propia historia. El problema con esto es que está basado en una mentira

Con esto en mente, hay cuatro cosas que quiero que mis hijas sepan.

1. Quiero que sepan que ellas son amadas profundamente por Dios en Cristo

No solo por mí, su padre, sus amigos, y familiares. Ese amor es importante pero, aún en sus mejores momentos, no proveerá la profunda satisfacción que anhelan. Quiero que sepan que son amadas totalmente, completamente, sin reservas, por Dios mismo a través de la obra salvadora de Cristo. No pueden ganarse su amor y no pueden perderlo. Sus más grandes logros no pueden hacer que Él las ame más; sus fracasos más humillantes no pueden hacer que Él las ame menos.

2. Quiero que mis hijas sepan que la manera en que ellas escogen vivir su vida importa

La santidad importa. La santidad no es un intento equivocado de obtener el favor de Dios. Es una respuesta al extravagante amor de Dios y una evidencia de que el Espíritu Santo está obrando en ellas. En su carta a los Efesios, Pablo exhorta a los creyentes a “andar de una manera digna” del llamado que han recibido. Andar de una manera digna de tu llamado quiere decir no solo conocer, sino también obedecer la Palabra de Dios, a través del poder del Espíritu Santo, mientras Él comienza a hacerte más como Cristo. La paradoja es que cuando escoges el camino largo de la obediencia, buscando la voluntad de Dios por encima de tus propios deseos, descubres que encuentras tu verdadero yo al seguirlo a Él.

3. Quiero que mis hijas sepan que ellas no pueden vivir las vidas a las cuales han sido llamadas, ni contar la historia de Dios en toda su belleza, por sí mismas

En una sociedad altamente individualista, a menudo perdemos la belleza e importancia de la comunidad. Es posible que hayamos sido bienvenidos a la Historia, pero la Historia no es nuestra. Hay una razón por la cual muchos de nuestros grandes libros y películas presentan una banda de compañeros incompatibles que luchan juntos por algo más grande que ellos mismos. Desde el principio, fuimos creados para las relaciones. Hay libertad en conocer que no es tu trabajo salvar al mundo entero. No solo te libera de la ansiedad paralizante de que tienes que hacerlo todo, te da la libertad de comprometerte completamente con las cosas y personas específicas a las cuales has sido llamado.

La paradoja es que cuando escoges el camino largo de la obediencia, buscando la voluntad de Dios por encima de tus propios deseos, descubres que encuentras tu verdadero yo al seguirlo a Él

Cualesquiera que sean nuestros dones, es importante que trabajemos duro para hacer de ellos lo mejor que podamos. Si somos parte de Su gran cuerpo de personas, viviendo juntos la Historia, eso quiere decir que nuestras vidas normales importan. Nuestras acciones importan. Cómo tratamos a las personas importa. Parte de ser hecho a imagen de Dios es tener la capacidad de amar. Según Jesús, de hecho, nuestro amor el uno por el otro es la evidencia de que pertenecemos a Él (Jn 13:35).

4. Quiero que mis hijas sepan que la Historia es verdadera, ya sea que lo sientan así o no

Habrán días en el porvenir cuando la luz del sol parecerá un recuerdo distante. Habrán momentos donde vacilarán y perderán de vista el camino que tienen por delante. A Dios no le sorprende nada de esto.

El día vendrá cuando Él enjugará cada lágrima y hará nuevas todas las cosas pero, por ahora, vivimos en la tensión de saber que aunque nuestros pecados son perdonados, nuestro quebrantamiento sigue siendo una realidad presente. Habrán días cuando nada de esto se sentirá verdadero. Pero las buenas noticias es que la Historia no cambia con los sentimientos o es alterada con las circunstancias. No es una cuerda por la cual tenemos que caminar,  constantemente temiendo que el más mínimo paso en falso nos hará caer al suelo. No importa lo que pueda suceder, la verdad del amor de Dios por nosotros y nuestra identidad en Él es una fortaleza que nos rodea.

Sin importar lo que mis hijas enfrenten en su vida y donde sea que su travesía las lleve, quiero que ellas sepan que la verdad de quién es Dios, quiénes son en Cristo, y la Historia a la cual ellas pertenecen es su refugio, su protección, su identidad, y su hogar.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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