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Nota del editor: 

Este artículo es parte de un foro de tres puntos de vistas sobre el sabbat. Puedes leer el artículo anterior aquí.

Por siglos, la iglesia ha estado dividida sobre la continuidad de la práctica del sabbat y si el domingo, el día del Señor, debe ser visto como el sabbat cristiano. Este debate es complejo porque requiere pensar sobre la relación entre todos los pactos bíblicos en todo el canon.

Todos los cristianos están de acuerdo en que los pactos son centrales para la historia de la Biblia, sin embargo, tenemos diferencias sobre la manera precisa en la que se relacionan el uno al otro.

Este debate no es nuevo. En la iglesia primitiva, los apóstoles lucharon con las implicaciones de la obra de Cristo (Hch. 10-11; Ro. 9-11; Ef. 1:11-22; 3:1-13), especialmente en contra de los errores de los judaizantes (Hch. 15; Gá. 3-4). Hoy continuamos estando en desacuerdo sobre: la novedad de lo que Cristo ha logrado, cómo se cumplen las promesas del Antiguo Testamento en Cristo, y la aplicación del mandamiento del sabbat al pueblo de Dios del nuevo pacto.

Todos los cristianos están de acuerdo en que los pactos son centrales para la historia de la Biblia, sin embargo, tenemos diferencias sobre la manera precisa en las que se relacionan el uno al otro

Aquellos que entienden que aún continúa la observancia del sabbat argumentan tres puntos: (1) el sabbat es un mandato de creación y por ende es para todas las personas en todos los tiempos; (2) el sabbat es reiterado en los diez mandamientos (ley “moral”) del antiguo pacto (en contraste con las leyes “civiles” y “ceremoniales”), lo cual implica que el mandamiento continúa hasta que Cristo regrese; (3) aunque el sabbat continúa a través del tiempo, cambió de sábado a domingo.

Aquellos, como yo, que argumentan que el sabbat se cumplió en Cristo argumentan tres puntos contrarios.

1. El sabbat no es parte de los mandatos de creación

El pacto de la creación con Adán no es solo fundamental para todos los pactos subsiguientes, también establece verdades que, a través de la progresión de los pactos, alcanzan su cumplimiento en Cristo y en el nuevo pacto. Una de estas verdades es el descanso de Dios en el séptimo día, la culminación de la semana de la creación (Gn. 2:1-3) por el cual Dios establece un patrón para trabajar y descansar. Observa, sin embargo, que el día no es llamado “sabbat”; que no hay una declaración al efecto de que Adán y Eva debían observarlo, como es típico con los mandamientos; y que no hay una descripción de “mañana y tarde” como en los seis días anteriores. ¿Por qué esto es importante?

Textualmente y canónicamente, es mejor interpretar el “descanso” de Dios como Él entrando en un gozo pactual de su creación y, en Adán, con nosotros. El énfasis es hecho luego en Éxodo 31:17, donde dice que Dios descansó y “reposó”, lo cual da el sentido de que cuando Dios vio su trabajo, Él se deleitó en él. Al descansar, Dios estableció un estado bendecido, y al cual Él invitó a los humanos a entrar. Hecho conforme al modelo divino, Adán debía someter la tierra y descansar de la manera en como Dios descansó. De esta forma, la escatología se introduce a la creación original (1 Co. 15:45-46). El Dios trino nos creó para sí mismo, y nuestro propósito final es estar en una relación de pactos con Él, y como los vice regentes de Dios, reinar con Él sobre una gloriosa creación. Sin embargo, trágicamente, Adán, nuestra cabeza en ese pacto, desobedeció a Dios y trajo el pecado y la muerte al mundo (Gn. 2:15-17; 3:1-19; Ro. 5:12-21). Adán no fue capaz de someter la tierra y por ende no entró en el descanso de Dios. Afortunadamente, sin embargo, Dios prometió restaurar el “descanso” al proveer un Redentor que vendría (Gn. 3:15), quien, como el último Adán, haría lo que el primer Adán no pudo lograr (Heb. 2:5-18). Mientras los pactos progresan, el “descanso” pactual es restaurado, pero de manera tal que espera su cumplimiento final en la obra de Cristo y en el establecimiento de una relación de pactos con su pueblo (Ef. 5:32).

2. El sabbat fue dado bajo el antiguo pacto mosaico

El mandamiento del sabbat fue dado por primera vez a Israel, no a los patriarcas. Esto confirma que no es uno de los mandatos de creación (Éx. 20:8-11; Dt. 5:12-15). Bajo el antiguo pacto, el sabbat era una señal del pacto (Éx. 31:12-17), como lo era el arcoíris para el pacto Noético (Gn. 9:12-17) y la circuncisión para el Abrahámico (Gn. 17:9-14). Al Dios redimir a Israel en un éxodo poderoso, el sabbat le fue dado a la nación (Éx. 16:21-26). Dios demanda completo amor y devoción de Israel, y al obedecer el sabbat, Israel experimentaría descanso físico y evidenciaría su lealtad a Él. Por el contrario, desobedecer el sabbat resultaría en la penalidad del pecado, la muerte (Éx. 31:14), por no dar a Dios lo que es debido (Gn. 2:15-19; Ro. 6:23).

Sin embargo, este no fue el único propósito del sabbat; también instruía, revelaba, y predicaba algo mayor. De hecho, dos razones son dadas para el sabbat. Primero, mira atrás al descanso de Dios en la creación, lo cual le recuerda a Israel que estaban en una relación de pactos con Dios (Éx. 20:11), y que a pesar de la entrada del pecado al mundo, Dios estaba restaurando lo que se perdió en la creación al establecer una nueva creación (Gn. 3:15; Heb. 3:7-4:11). Segundo, el sabbat también mira atrás a la obra de Dios de redención (Dt. 5:12-15), la cual se convierte en el patrón/tipo de redención mayor que vendría en Cristo (Is. 11:1-16; 40:1-5; 49:1-55:13). En una variedad de formas, entonces, el antiguo pacto, incluyendo el sabbat, tipificaba y apuntaba a un “reposo” mayor que vendría más adelante.

Los cristianos ‘obedecen’ el sabbat entrando al descanso que este tipificaba y predecía: descanso a través de la salvación en Cristo

¿Por qué aparece el sabbat en los diez mandamientos? Porque es una señal del antiguo pacto (Éx. 31:12-17). ¿Pero no funciona aún como la ley eterna moral de Dios para nosotros hoy? Yo respondo que no por tres razones. Primero, las Escrituras ven el antiguo pacto como una unidad, dada a Israel y que cumple un papel específico en el plan de Dios, y como pacto completo, se cumple en Cristo (1 Co. 9:21; Gá. 5:3; Heb. 7:11-12; Stg. 2:8-13). En segundo lugar, las Escrituras enseñan que, según el plan de Dios, todo el antiguo pacto era temporal (Ro. 10:4; Gá. 3:1-4:7). En tercer lugar, las Escrituras enseñan que los cristianos ya no están “bajo la ley” como un pacto, ya que ahora estamos bajo el nuevo pacto (Ro. 6:14-15; 1 Co. 9:20-21; Gá. 4:4-5; 5:13-18); no obstante, la ley mosaica funciona para nosotros, junto con el mandamiento del sabbat, como Escritura (2 Tim 3: 15-17).

Entonces, al aplicar los diez mandamientos, debemos pensar primero en cómo funcionaban dentro del antiguo pacto, y luego en cómo se aplican a nosotros a la luz del cumplimiento de Cristo. Sin duda, nueve de los diez mandamientos se enfatizan en el nuevo pacto, ya que reflejan el gran mandamiento de amar a Dios y al prójimo, algo que es cierto ya que Dios nos creó para Él y para los demás. Pero esto no significa que simplemente nos aplicamos los mandamientos separados de su cumplimiento en Cristo. Respecto al mandamiento del sabbat específicamente, primero debemos ubicarlo dentro del pacto y luego observar cómo funcionó no solo como un mandamiento/señal para Israel (que ya no se aplica a nosotros), sino también como un tipo del mayor descanso de salvación que se ofrece en Cristo (¡que ciertamente se aplica a nosotros!). De esta manera, los cristianos “obedecen” el sabbat entrando al descanso que este tipificaba y predecía: descanso a través de la salvación en Cristo.

3. El sabbat se cumplió en Cristo y en el nuevo pacto

Vemos mayor confirmación de esto en el Nuevo Testamento. En los evangelios, Jesús inaugura su reino, ratifica el nuevo pacto, y cumple en Él mismo lo que el sabbat tipificaba y a lo que apuntaba (junto con todos los patrones tipológicos del Antiguo Testamento). Como figura central de la historia redentora (Mt. 11:13), Jesús nos invita a encontrar nuestro “descanso/salvación” en Él (Mt. 11:28-30; Jn 5:1-30). De muchas maneras, nuestro Señor está repitiendo el mandato del sabbat, pero ahora en términos de su cumplimiento en Él. ¿Por qué? Porque Él es el divino Hijo hecho carne (Jn. 1:1, 14-18), el Señor de gloria, y sí, el Señor del sabbat (Mt. 12:1-13). En Cristo, el último Adán, su obra ahora está ahora completa debido a su obediencia al pacto por nosotros. En Él, por fin llegó la salvación y el descanso primordial de Dios se materializó, de una manera aún mayor, en la inauguración de la nueva creación a través de la vida, muerte, y resurrección de Cristo (Heb. 2:5-18; cf. 2 Co. 5:17).

En Cristo, por fin llegó la salvación y el descanso primordial de Dios se materializó en la inauguración de la nueva creación a través de la vida, muerte, y resurrección de Cristo

A medida que se establece el pueblo del nuevo pacto de Dios, es difícil encontrar algún mandato de sabbat reiterado en el Nuevo Testamento (Ro. 14:5-6; Co. 2:16-17), o mención de un pecado por quebrantar el sabbat. De hecho, no se menciona la observancia o transferencia del sabbat en el Concilio de Jerusalén (Hch. 15:22-29). Probablemente la mayor evidencia de esta abrogación se encuentra en el libro de Hebreos, que brinda una discusión extensa sobre el tema del “descanso/sabbat” (Heb. 3:7-4:11). Al usar el Salmo 95, el autor argumenta que el Antiguo Testamento esperaba un descanso mayor que se encontraba tipificado, pero nunca fue materializado. Aún Josué, quien condujo a Israel a la tierra de “descanso”, nunca les proporcionó su “descanso” final (Heb. 4:8; cf. Jos. 21:43). Sin duda, esto fue importante para los israelitas, pero no fue el descanso de la creación completa de Génesis 2:2.

A medida que el plan de Dios se desarrollaba a través de los pactos, el descanso de Dios en la creación, perdido en la caída y recuperado parcialmente en el Antiguo Testamento, continuó esperando un día futuro (un “reposo sabático”) que ahora ha llegado en Cristo. Sin duda, la plenitud del descanso de la salvación es todavía futura (Heb. 13:14), cuando Él regrese y consuma lo que comenzó. Sin embargo, incluso ahora, así como ya hemos “venido” al monte Sión, la Jerusalén celestial (Heb. 12:22), podemos entrar en nuestro descanso de salvación tipificado por el sabbat (Heb. 4: 3, 9-11).

Como cristianos, entonces, obedecemos el mandamiento del sabbat al cesar de nuestras obras, poniendo nuestra confianza en Cristo y comenzando a vivir lo que significa ser su pueblo del nuevo pacto mientras esperamos su glorioso regreso.

¿Y qué del día del Señor?

¿Significa esto que no hay un día de adoración reservado bajo el nuevo pacto? No. Hay mucha evidencia en el Nuevo Testamento de que el primer día de la semana, el domingo de resurrección, se considera el día del Señor (Hch. 20:7; 1 Co. 16:2; Ap. 1:10). De hecho, la resurrección ocurre en el octavo día, el día en el que comienza la nueva creación y en el que, más tarde en Pentecostés, se derrama el Espíritu. En este día la iglesia se reúne para adorar. De hecho, el autor que exhorta a los cristianos a asegurarse de que han entrado en las realidades del nuevo pacto (Heb. 3:7-4:11) es el mismo que les ordena que se reúnan como iglesia (Heb. 10:25). ¿Por qué el día del Señor es prescriptivo para nosotros? Porque sigue el patrón del Nuevo Testamento de iglesias que se reúnen para celebrar al Señor resucitado.

Jesús nos invita a encontrar nuestro ‘descanso/salvación’ en Él. ¿Por qué? Porque Él es el divino Hijo hecho carne, el Señor de gloria, y el Señor del sabbat

Sin embargo, no debemos ver el día del Señor como el sabbat cristiano. Bajo el antiguo pacto, el sabbat funcionaba de una manera específica para Israel. Sin embargo, bajo el nuevo pacto, el día del Señor significa lo que el sabbat señalaba: el mayor descanso de salvación que ahora ha venido en Cristo. En el Nuevo Testamento, no hay regulaciones específicas sobre el día, aparte de la exhortación de reunirse con el pueblo de Dios. De hecho, dependiendo de dónde vivamos en el mundo, los cristianos pueden tener que trabajar los domingos. (No todos los países pueden darse el lujo de no trabajar los domingos, algo que disfrutan muchos países occidentales). Pero independientemente de dónde vivamos, los cristianos aún deben reunirse para adorar a nuestro Dios trino en el día del Señor, como evidencia de que somos parte de la nueva creación en Cristo, anhelando la plenitud del descanso de salvación en un cielo nuevo y una tierra nueva.

Mientras tanto, nos reunimos como pueblo de Dios para alabar, adorar, y clamar con la iglesia en todas las edades: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22:20).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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