¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

La vida es corta. No te quedes dormido.

Así era el slogan de la segunda franquicia de café más grande en los Estados Unidos. Era pegajosa y práctica. Bebe café, sugiere, no solo por el sabor, sino por sus beneficios, es decir, estar despierto para vivir la vida. Y la razón para hacerlo —aquí viene la razón a gritos— la vida es corta. El tiempo vuela. Nuestros días están contados. Y los cristianos estamos de acuerdo con eso (Salmo 90:10; 103:15-16; Santiago 4:14).

La vida ciertamente es muy corta como para dormir todo el tiempo.

Pero también la vida es muy corta como para no dormir una gran parte del tiempo.

El hecho es que los humanos necesitamos dormir de siete a ocho horas por día. Pero muchos de nosotros no lo hacemos. Según los estudios de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, la falta de descanso es una epidemia. En la última semana han circulado en el internet artículos y gráficos con resultados y evidencias convincentes de que este es un problema real.

Además de ese contenido, aquí tienes tres razones por las que deberías dormir.

1. Dios te creó con la necesidad de dormir para tener una vida sana

En cierto sentido, esto resalta la razón más intuitiva del por qué necesitamos dormir: para sobrevivir. Muchos de nosotros (no todos) conocemos por experiencia los efectos drásticos, físicos y emocionales, de no haber dormido lo suficiente. Un estudio reciente afirma que el dormir menos de seis horas por noche puede alterar nuestros genes y causar varios efectos secundarios, como un riesgo incrementado de contraer una gripe, hasta perder tejido cerebral. 

Pero tal vez el resultado más conocido es que sin suficiente descanso tendemos a ser más emocionales. Sin suficiente descanso, nos estresamos y frustramos con mayor facilidad. Nuestra capacidad de paciencia se disipa. La falta de dormir afecta nuestra habilidad de escuchar y pensar creativamente, y por lo tanto afecta nuestra productividad.

Personalmente, una de las cosas más difíciles durante mi tiempo en el seminario fue la falta de descanso (y creo que yo dormía más que otros). David Mathis y yo no mencionamos el dormir en nuestro libro How to Stay Christian in Seminary (Cómo seguir siendo cristiano en el seminario), pero fácilmente amerita su propio capítulo. Habían días donde solo tuve un par de horas para dormir, y por ello estudiar Hebreo me era más difícil, y el lugar donde vivía se tornaba infeliz. Pero una buena noche con descanso era por sí sola una pequeña vacación, y hasta hoy es igual.

Dios nos creó de esa manera. Así como es con el oxígeno y la comida, necesitamos dormir para trabajar bien. No todos lo ven así, y algunos están en situaciones donde el cuidado que brindan a otros no les permite tener una buena dosis de descanso, pero sin duda todos necesitamos dormir. Es la idea de Dios.

2. Dormir da a luz humildad

La humildad es una virtud del corazón que debe gestarse. Madura con el tiempo, nace de la verdad y práctica. Creemos en hechos acerca de la realidad (somos criaturas con necesidades, no somos seres autónomos), y actuamos de acuerdo a esos hechos.

Después de la oración, el dormir puede ser una de las prácticas más centrales que nos alinea con la verdad de lo que somos. El dormir es el momento necesario que viene cada día cuando nuestros cuerpos reducen su velocidad y nuestras mentes comienzan a alentarse. Estas realidades son testigos de nuestra fragilidad. Y eventualmente, nos rendimos. Nuestro problema, así como los estudios lo sugieren, es que no nos rendimos lo suficientemente rápido. En muchas ocasiones nos resistimos. Se nos extiende la invitación en términos generosos, pero nos resistimos hasta que perdemos la lucha.

Para ser justo, muchas personas tienen problemas para dormir. Un reporte dice que cuarenta millones de estadounidenses sufren de setenta tipos de desórdenes de sueño. Esto es serio, y se requieren tratamientos, lo cuales podrían ser, simplemente, adoptar nuevos hábitos. Pero la raíz del asunto es la preocupación. Sea que podamos dormir rápido o no, podemos darle la bienvenida al sueño por lo que es. Podemos elegir rendirnos, sabiendo que el mundo estará bien sin nosotros.

Podemos darle la bienvenida a esa parte del día cuando somos más vulnerables, cuando hacemos a un lado la conciencia y somos forzados a dejarlo todo, y dejar a Dios ser Dios. Ya sea que lo hagamos verbalmente o no, por lo menos pongamos en práctica el principio de esta sencilla oración: “Ahora que voy a dormir, Señor, oro que guardes mi alma. Si muero antes de despertar, Señor, oro que tomes mi alma”.

El dormir es un acto intrínsecamente humilde.

3. Dormir es distintivamente cristiano

Realmente, existe algo intensamente cristiano acerca del sueño. Lo vemos en los Salmos, y lo vemos cumplido en la vida de Jesús.

Lo leemos en el Salmo 3:5-6, “Yo me acosté y me dormí; desperté, pues el Señor me sostiene. No temeré a los diez millares de enemigos que se han puesto en derredor contra mí”. Luego leemos en el Salmo 4:8, “En paz me acostaré y así también dormiré, porque sólo Tú, Señor, me haces vivir seguro”.

Dormir dice algo

Dos cosas ocurren aquí. Primero, David hace del dormir un acto de fe en la protección del Señor. Hay enemigos rodeándolo y queriendo destruirlo. Pero él duerme. Él sabe que el Señor lo sostiene y lo guarda. Pero ¿por qué? ¿Cómo lo sabe? Aquí viene lo segundo: David confía en la protección de Dios por lo que Él dice en el Salmo 2.

En el Salmo 2 vemos que el Señor del Rey, quien es también el Hijo, reinará. Él dará su herencia a las naciones, y su posesión hasta los confines de la tierra (Salmo 2:7-8). El Señor lo exalta y le advierte de su supremacía: “Honren al Hijo para que no se enoje y perezcan en el camino… ¡Cuán bienaventurados son todos los que en Él se refugian!” (Salmo 2:12). Esta es una aprobación que está plasmada a lo largo de todos los Salmos. El Señor está comprometido con su Rey, su Hijo, su Ungido. Y David lo sabe.

David es el rey ungido de Dios, pero él es un reflejo del verdadero y mejor Rey Ungido que descenderá de su linaje (2 Samuel 7:16). La fe de David en la protección de Dios, demostrada durante su descanso, nos señala al Hijo de David quien también supo cómo dormir. Lo cual vemos en Marcos 4.

Por qué durmió Jesús

La escena en Marcos 4 nos muestra a Jesús y sus discípulos en el mar cuando surgió una tempestad. Las olas eran muy intensas y querían hundir la barca, llenándola de agua (Marcos 4:37). Los discípulos estaban aterrados. Este era un naufragio seguro. Pero, ¿dónde estaba Jesús? Dormía en la popa, sobre una almohadilla (v. 38). Él se despierta y detiene la tempestad con sus palabras, y los discípulos se maravillan. Pero nosotros como lectores, que somos sus discípulos pero con una conciencia canónica, lo vemos dormido, y nos maravillamos.

Jesús durmió por la misma razón que David. Él supo que su Padre lo protegería. Fundamentándose en lo que Dios le había prometido a su Rey, a David, a Moisés, a Abraham, y a Adán —Jesús supo que Dios cuidaría de su Ungido. El dormir era un símbolo de fe en esa promesa. Lo fue para Jesús y para David y para nosotros.

El mismo espíritu de fe

Cuando dormimos, estamos en ese mismo espíritu de fe diciendo que Dios protegerá a todos los que están ungidos en Él (2 Corintios 1:21). Estamos diciendo eso: sin importar cuantos miles de enemigos rodeen nuestras almas, ya que el Padre está comprometido con su Hijo, no seremos destruidos. No seremos condenados. Nada jamás nos arrebatará de su mano (Juan 10:28). Nada nos separará de su amor (Romanos 8:38-39). Cuando nos dormimos, eso decimos.

Cristiano, la vida es corta. Deberías irte a dormir.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Fanny Stewart-Castro.
Imagen: Lightstock
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando