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“Esforcémonos, cada año que vivimos, por familiarizarnos más profundamente con las Escrituras” —J. C. Ryle.

Leer regularmente la Palabra de Dios es una de las cosas más importantes que podemos hacer. Vivimos en un mundo que constantemente nos dice mentiras en las que nuestros corazones son propensos a confiar. Pero en su misericordia, Dios nos ha dado su Palabra para guiarnos y protegernos. Él nos ha “concedido sus preciosas y grandísimas promesas” para renovar nuestras mentes y refrescar nuestros corazones (2 Pe. 1:4). Tal y como necesitamos alimentos para vivir físicamente, necesitamos la Palabra de Dios para vivir espiritualmente (Mt. 4:4).

El comienzo de un nuevo año nos brinda un tiempo natural para volver a comprometernos a leer la Biblia con regularidad. Por supuesto, no hay nada mágico en un año nuevo, pero tendemos a pensar en cambios que nos harán crecer en semejanza a Cristo.

Un cambio que he hecho en los últimos años es el de planear leer menos de la Biblia cada año. He podido darme cuenta de que menos, de hecho, puede ser más.

Desde que me convertí en cristiano en 1999, he seguido un plan de lectura de la Biblia en un año. Lo he disfrutado, pero sinceramente, nunca he terminado uno.

Algunos años he llegado más lejos que otros, y por la gracia de Dios, nunca han transcurrido más de unos pocos días sin pasar tiempo en su Palabra. Pero también me plagaba la culpa por no haber terminado el plan, y me apresuraba a través de algunas partes solo por finalizarlo. Al principio de mi caminar con el Señor, la culpabilidad era debilitante, y algunas veces perdura en el presente.

Medios vitales de gracia

No es mi intención deshacerme de las disciplinas espirituales. Si no nos “disciplinamos para el propósito de la piedad” (1 Ti. 4:7-8), pecamos y nuestros corazones se enfrían. Leer la Biblia no te hará más piadoso automáticamente, pero no crecerás en piedad sin la Palabra. Es sabio tener la meta de humildemente ayudarse a uno mismo y a los demás a crecer en santidad.

Leer la Biblia no te hará más piadoso automáticamente, pero no crecerás en piedad sin la Palabra.

No estoy en contra de los planes anuales de lectura de la Biblia. Es un objetivo excelente y alcanzable. Tengo un amigo que, después de su conversión, leyó la Biblia a profundidad dos veces en menos de un año. El plan específico es menos importante que leer la Palabra de Dios profundamente para crecer en amor por Cristo.

Thomas Brooks, en su obra clásica, Remedios preciosos contra las artimañas del Diablo, lo dice de manera memorable:

Recuerde, no es una lectura apresurada, sino una meditación seria sobre las verdades celestiales y santas, lo que hace que sean dulces y aplicables para el alma. No es el toque de la abeja sobra una flor lo que trae la miel, sino el permanecer por un tiempo sobre la flor, eso extrae lo dulce. No es el que más lee, sino el que más medita, quien acabará siendo el cristiano más selecto, más dulce, más sabio, y más fuerte.

Estas son tres maneras en que puedes leer más de la Biblia leyendo menos en el 2018.

1. Haz un plan

Como observa Don Carson: “Nadie llega a la santidad dejándose llevar por la corriente”. Si nos dejamos simplemente llevar por la corriente, al final seremos arrastrados por las corrientes de la holgazanería y la inmoralidad. Es aconsejable hacer planes humildes para acercarse a Dios y cumplir sus propósitos (Pr. 6:6-8). Piensa en qué plan de lectura vas a utilizar. Este es el camino triple que he tomado en años pasados:

Planifico leer el pasaje que predicaré el siguiente día del Señor. Esto es algo necesario, porque espero vivir mejor de lo que predico. Si no voy a predicar, de todas formas planeo el estudio del pasaje para aprovechar el sermón al máximo. Nuestra iglesia publica el texto que se va a predicar por adelantado, con la esperanza de que nuestra congregación se alimente del pasaje y acuda hambrienta por más.

Planifico leer el pasaje que predicaré el siguiente día del Señor. Esto es algo necesario, porque espero vivir mejor de lo que predico.

Hago un plan para escoger un libro de la Biblia al mes y estudiarlo a profundidad. El pasado enero, algunos amigos y yo estudiamos Eclesiastés. Lo leímos, volvimos a leerlo, lo delineamos, hicimos esquemas, y memorizamos partes de él a lo largo del mes. De esta manera, puedo meditar profundamente en un libro, algo que sentí que me estaba perdiendo en otras temporadas de mi vida. En algunos meses lo hago con varios libros cortos.

Hago planes para leer otros libros de la Biblia en una sentada, apartándome durante una hora o dos de forma regular, y así leerlos de un tirón. Aunque no he terminado mi plan de lectura de la Biblia en un año, es raro que no acabe leyendo la Biblia entera (o más) cada año.

2. Busca un compañero

No trabajes en tu plan solo. Encuentra un hermano o hermana en tu iglesia con quien disfrutes estar y pídele que se una a ti. Hagan el compromiso al menos uno o dos meses, o de cualquier otra forma que les pueda funcionar, pero no lo hagas solo.

Me he beneficiado enormemente de leer la Biblia con otros.

Cuando leo la Biblia con otros, nos reunimos un par de veces al mes para discutir los libros. También nos enviamos correos electrónicos, mensajes de texto, o hablamos por teléfono para analizar lo que estamos aprendiendo, y lo que nos es difícil comprender. Me he beneficiado enormemente de leer la Biblia con otros.

3. Recuerda la razón

La razón por la que leemos la Palabra de Dios no es marcar casillas y hacernos sentir que hemos logrado algo para Dios. La Biblia no es un fin en sí misma; Dios lo es. Conforme planeamos buscarlo, sea cual sea la forma en que lo hagamos, hemos hacerlo con el objetivo supremo de amarle y obedecerle. Si nuestro plan se convierte en una trampa para la culpa y el desánimo, entonces hemos de desecharlo y hacer otra cosa.

Por encima de todo, necesitamos acercarnos a Dios por medio de Jesús a lo largo del año. Y dado que su Palabra nos enseña cómo hacerlo, hemos de acercarnos con gran esperanza a causa de promesas como la de Isaías 55:1-3,

“Todos los sedientos, vengan a las aguas; y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman. Vengan, compren vino y leche sin dinero y sin costo alguno. ¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no sacia? Escúchenme atentamente, y coman lo que es bueno, y se deleitará su alma en la abundancia. Inclinen su oído y vengan a Mí, escuchen y vivirá su alma”.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Manuel Bento.
Imagen: Lightstock.
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