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Hay 3 maneras en que trato de orar cada día: meditación (o contemplación), petición, y arrepentimiento. Usualmente me concentro en las primeras 2 por la mañana y hago la última en la noche.

La meditación es en realidad un punto medio o mezcla entre lectura de la Biblia y la oración. Me gusta usar el método contemplativo de Lutero, que él describe en su famosa carta sobre la oración que escribió a su peluquero. El método básico es el siguiente: tomas una verdad bíblica y le haces 3 preguntas:

  1. ¿Cómo esto me lleva a alabar a Dios?
  2. ¿Qué me muestra de mí que tenga que confesar?
  3. ¿Qué me muestra que debería pedirle a Dios?

Adoración, confesión y súplica. Lutero propone que meditemos de esta forma hasta que nuestros corazones comiencen a calentarse y derretirse bajo el sentido de la realidad de Dios. No sucede frecuentemente. Está bien. No estamos orando principalmente con el fin de obtener sentimientos o respuestas, sino con el fin de honrar a Dios por quién es Él en sí mismo.

Hay dos formas en que trato de leer de la Biblia. Leo los Salmos cada mes utilizando el Libro de Oración Común. También leo la Biblia usando el calendario de lectura de Robert Murray M’Cheyne. Aprovecho la versión más relajada, dos capítulos al día, que te lleva a través del Antiguo Testamento cada dos años y en el Nuevo Testamento cada año. Hago la lectura de M’Cheyne y algunos de los Salmos en la mañana y algunos Salmos en la noche. Elijo una o dos cosas de los Salmos y capítulos de M’Cheyne para meditar, y así concluir mis oraciones matutinas.

Además de la oración de la mañana (M’Cheyne, salmos, meditación, y petición) y oración de la noche (salmos y arrepentimiento) intento lo más que sea posible tomar cinco minutos en la mitad del día para hacer un inventario espiritual, ya sea para recordar pensamientos espiritualmente radiactivos de mi devocional, o para echar un vistazo a mis pecados e ídolos más dominantes. Lo hago para ver si hasta ahora ese día me ha dado malas actitudes tales como orgullo, frialdad y dureza de corazón, ansiedad y falta de amabilidad. Si voy mal, la oración del mediodía puede ayudar arreglarlo. El problema con la oración del medio día es encontrar un tiempo para ello, ya que cada día es diferente. Todo lo que necesito es estar a solas por unos minutos, pero eso frecuentemente es imposible, y más frecuentemente lo olvido. Sin embargo, llevo una pequeña guía para la oración del mediodía en la billetera que puedo sacar y usar en cualquier momento.

El ultimo tipo de oración que hago todos los días es la oración con mi esposa, Kathy. Hace unos nueve años Kathy y yo estábamos contemplando el hecho de que habíamos fracasado en gran medida en el orar juntos a lo largo de los años. Entonces Kathy me exhortó así. “¿Qué pasa si nuestro médico nos dice que tenemos un problema cardíaco grave que en el pasado siempre fue fatal? Sin embargo, ahora hay una píldora que, si tomáramos todas las noches, nos mantendría con vida durante años y años. Pero no puedes dejar de tomarla ni una sola noche, si no morirías. Si nuestro médico nos dice esto y lo creemos, no se nos pasaría ni una píldora. Nunca diríamos, ‘Oh no pude tomarla’. La tomaríamos, ¿verdad? Bueno, si no oramos juntos cada noche, nos vamos a morir espiritualmente”. Me di cuenta que tenía razón. Y por alguna razón, ambos caímos en cuenta y no recuerdo haber olvidado orar una noche desde entonces. Aún cuando estamos muy lejos el uno del otro, siempre está el teléfono. Oramos de manera muy, muy sencilla, solo un par de minutos. Oramos por lo que estamos más preocupados como pareja, más que nada ni nadie en nuestros corazones ese día. Y oramos por las necesidades de nuestra familia. Allí está. Simple, pero muy, muy bueno.

Es muy difícil seguir con este régimen, especialmente cuando estoy viajando. Pero de vez en cuando me comprometo por un período de 40 días con esforzarme en orar cada día de esta forma. Esto crea hábitos de la mente y el corazón que se quedan conmigo e incluso cuando hay momentos muy ocupados, me doy cuenta que soy capaz de seguir con algunas de mis disciplinas y no enfriarme o endurecerme ante Dios. Por último, recordemos las palabras dirigidas a los pastores de Robert Murray M’Cheyne, “Lo que tu gente más necesita de ti es tu santidad personal”.


Este artículo fue publicado originalmente el 13 de julio 2013 en The Gospel Coalition. Traducido por Felipe Orellana.
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