La santificación por medio del sufrimiento es parte de la experiencia de cada cristiano. Los matices y la duración del sufrimiento varían con cada individuo, y la naturaleza temporal de la mayoría de las pruebas terminan con la esperanzadora promesa de un nuevo día a medida que la luz irrumpe la oscuridad.
Nos aferramos a la sabiduría de Eclesiastés, deseando intensamente que empiece una nueva etapa. Pero, ¿cómo perseveramos cuando parece que hemos entrado al largo invierno de Narnia y ya no hay más Navidad? ¿Cómo aguantamos el sufrimiento cuando no se ve la luz al final del túnel? ¿Y si Dios nos está llamando a un sufrimiento de por vida?
Recientemente, un amigo me hizo esta pregunta mientras buscaba la manera de glorificar a Dios en una prueba dura e inesperada que tenía el potencial de tener un impacto para el resto de su vida: ¿Cómo responden las personas que reverencian y adoran a Dios, en una manera que le glorifique y con un testimonio lleno de gozo, a las pruebas que duran toda la vida?
Mi familia y yo hemos luchado con este dilema. Buscamos al Señor para aprender cómo aferrarnos a Él y honrarle con gozo y esperanza mientras procesamos los cambios que acompañaron un inesperado sufrimiento de por vida causado por una tragedia médica. La Palabra de Dios nos trajo paz espiritual y gozo mientras aplicamos tres prácticas de una manera bíblica de pensar:
Empieza con el final
El sufrimiento nos puede dejar agobiados con pensamientos y sentimientos de tristeza, confusión, soledad, ira, y miedo; nos puede tentar a quitar la mirada de nuestro Dios de promesa y esperanza, hasta ser miopes, solamente viendo los obstáculos que tenemos por delante.
Los sufrimientos de este tiempo no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada
Pero Dios ha dado a su pueblo esperanza eterna por medio de su Hijo. Romanos 8:18 nos recuerda que los sufrimientos de este tiempo no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. ¡Debemos levantar la mirada y ver hacia adelante mientras anticipamos el final y nuestra esperanza futura!
¿Cómo sería transformado tu sufrimiento en gozo si empezaras cada día recordando las eternas promesas de Dios? ¿Cómo cambiarían tus palabras y acciones si creyeras en la certeza de que un día estarás unido con tu Salvador y participarás en su gloria como un coheredero?
Romanos 8:23-24 nos recuerda que ya tenemos las primicias del Espíritu; en esperanza, hemos sido salvados y un día experimentaremos la redención de nuestros cuerpos aunque nuestras almas ya hayan recibido vida nueva. Podemos seguir el ejemplo de Abraham que creyó las promesas del pacto, pero no vio su pleno cumplimiento durante su vida. Miró más allá de sus circunstancias inmediatas, deseando una patria mejor, una celestial (Heb. 11:16).
Practica la alabanza
Uno de los mayores desafíos al procesar una prueba transcendental es mantener tus pensamientos bajo control. La tentación de caer en pensamientos falsos, ansiosos, o del tipo “y si…” es una batalla constante, y una en contra de la cual hay que hacer guerra. Estos pensamientos intentan hacer menguar nuestra fe y hacernos dudar de la bondad de Dios. De la misma manera que Pablo batalló en contra de los falsos maestros y falsas ideologías en 2 Corintios 10:5, llevando todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo, nosotros también debemos sujetar nuestros pensamientos a la verdad de quién es Dios, y alabarle por su carácter santo e inmutable. Busca activamente en las Escrituras, leyendo los salmos de alabanza para recordarte a ti mismo a Quién perteneces.
Debemos sujetar nuestros pensamientos a la verdad de quién es Dios, y alabarle por su carácter santo e inmutable
A medida que las Escrituras te revelan al Dios Omnipotente que reina sobre toda la creación, deja que tu corazón cante y medite en su fiel misericordia, bondad, y compasión hacia los de corazón quebrantado. Sigue el ejemplo de David en los lamentos: derrama tu angustia, dolor, tristeza, e incertidumbre, y después déjalo todo en la cruz donde Cristo sufrió lo mismo mientras llevaba el peso del pecado del hombre para que la paz, el descanso, y el consuelo se puedan hallar en su obra acabada. ¡Alaba al Salvador y Redentor cuyo sacrificio garantiza tu liberación del pecado y del sufrimiento!
Sométete bajo la soberanía de Cristo y encuentra descanso
Colosenses 1:15-20 proclama la magnífica preeminencia de Cristo. Todas las cosas permanecen en Él, y Él nos ha reconciliado con Dios por medio de la sangre de su cruz. La paz y el descanso son nuestros en Cristo. El sufrimiento continuo en la vida del cristiano nos tienta a creer la mentira de que Dios nos ha olvidado, o peor, que está en contra de nosotros, y luchamos por encontrar alivio. El sufrimiento crónico puede debilitar el cuerpo y el alma por su implacable naturaleza cíclica (si dudamos del poder soberano e inherente de Dios), o puede fortalecer nuestra fe si sabemos en Quién hemos creído (1 Ti. 1:12).
Dios no está sorprendido al ver nuestros sufrimientos. ¡Sus planes y propósitos no son frustrados! Más bien, Él está activo, y se acerca a nosotros en medio de la dificultad. Nos regala la oportunidad de conocerle más íntimamente, de practicar la humildad, de recibir el consuelo de su Espíritu, de proclamar sus alabanzas y el evangelio a los incrédulos, y de animar a la iglesia con el testimonio de su amor inquebrantable y de su fidelidad. La soberanía de Dios reina en nuestro sufrimiento para la gloria de su nombre.
Dios no está sorprendido al ver nuestros sufrimientos; ¡sus planes y propósitos no son frustrados!
Esta verdad, que nuestro transcendente Dios está en control, nos garantiza que no estaremos perdidos o abandonados en la prueba. Todo lo contrario: Dios se ofrece a sí mismo. Conocemos al todopoderoso Dios del universo de una manera más íntima. Él desciende hasta nosotros. Él vino a nosotros: Emanuel, Dios con nosotros. Cristo tomó cuerpo humano, se humilló, y fue a la cruz para sufrir por nosotros, para que pudiéramos ser reconciliados con el Padre.
Si el soberano Dios de toda la creación nos amó lo suficiente para enviar a su Hijo a romper la maldición del pecado y de la muerte en nuestras vidas, ¿no será Él nuestra fuerza y ayuda en tiempo de necesidad, y no nos traerá paz y descanso por medio del Consolador? Podemos ser animados por la palabras de Pedro a los ancianos para recordar que “… después de que hayan sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que los llamó a Su gloria eterna en Cristo, Él mismo los perfeccionará, afirmará, fortalecerá, y establecerá” (1 P. 5:10).
Como creyente que enfrenta un sufrimiento continuo, puedes soportar con la esperanza del evangelio y con gozo, sabiendo en Quién has creído. Meditando en las promesas eternas, poniendo en práctica las verdades del evangelio para convertirlas en alabanza, y sometiéndote y descansando en el soberano cuidado de Dios por ti por medio del Espíritu, traerás gloria a Él y gozo a tu vida.