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Nos encontramos inmersas en un mundo que tiene mucho para decir sobre cómo debemos vivir y debemos disfrutar y usar todas las cosas que Dios nos ha dado (aunque no reconozcan que todo proviene de Él). Estamos rodeadas de mensajes e ideologías que nos dicen que la vida es una y debemos vivirla de la manera que más placer nos dé, sin importar nada más.

Sin embargo, Dios también tiene mucho que decir y nos ordena en su Palabra que hagamos todo para su gloria.

Ante estos dos mensajes opuestos, debemos detenernos a pensar en cómo vivir de una manera que honre a Dios, sin aislarnos de las personas que están a nuestro alrededor mientras les mostramos la belleza del evangelio.

Estas 20 citas, tomadas del libro Bellamente distintas: Conversaciones entre amigas sobre fe, vida y cultura (Editorial Portavoz, 2021), resumen de qué maneras podemos ser reflexivas al ver películas, alimentarnos, trabajar, usar nuestro cuerpo y leer literatura, de modo que en todo demos gloria Dios.


Ver películas para la gloria de Dios

Cuando se trata de la cultura, debemos experimentarla y luego hablar de ello con otras personas de manera reflexiva y considerar lo que realmente pensamos y qué tipo de cosas queremos promover en nuestra comunidad (p. 14).

Como mujeres cristianas, podemos empezar por considerar cada fenómeno cultural a la luz de la Biblia y pedir la ayuda de Dios mientras buscamos practicar el discernimiento. (p. 14).

Pensar críticamente sobre lo que nosotras y nuestras familias disfrutamos todos los días nos ayudará a comenzar a ver cómo ejercer influencia en nuestra cultura y hacerlo todo para Cristo (p. 15).

Cuando buscamos comprender los mensajes de las películas que vemos, obtenemos las herramientas para identificar los anhelos de las personas, y mostrarles cómo hallarlos en Cristo (p. 23).

Alimentarnos para la gloria de Dios

Cuando hemos probado la bondad del Señor en la verdad de Su Palabra, podemos darnos cuenta de que probar otras cosas nunca puede satisfacernos realmente (p. 24).

Ser sabia y cuidadosa con la comida es bueno, pero hay una diferencia entre ser sabia y cuidadosa y poner todas nuestras esperanzas en la dieta (p. 29).

El peligro de nuestra actitud ante las dietas es que nuestro alimento saludable preferido puede convertirse en nuestro salvador funcional (p. 29).

Mujer cristiana, Jesús es tu salvador, tu libertad del pecado, tu promesa de vida eterna. Ya tienes buenas noticias para anunciar y la misión de predicarlas a todas las naciones (p. 31).

Dios nos hizo con necesidad de alimentos para que pudiéramos entender nuestra necesidad de Él. ¡Sólo Él puede satisfacernos! (p. 34).

Independientemente de las decisiones que tomemos y la comida que prefiramos, debemos evitar la trampa de seguir el falso evangelio de una alimentación saludable (p. 34).

Nuestro cuerpo para la gloria de Dios

Necesitamos ver nuestro cuerpo como una parte integral y preciosa de nosotras mismas: algo que debemos respetar y cuidar, no algo para avergonzarnos (p. 40).

La verdadera belleza tiene que ver con cómo nos relacionamos con los demás y cómo mostramos el carácter de Dios a quienes nos rodean (p. 42).

Independientemente de lo que hayamos hecho y lo que nos hayan hecho. Nuestros cuerpos son «miembros de Cristo», unidos con el Señor Jesús (p. 44).

Trabajar para la gloria de Dios

Es de vital importancia que recordemos las verdades de las Escrituras y que permitamos que la palabra de Dios dicte nuestra manera de pensar sobre el trabajo (p. 48).

Cuando tienes una visión equivocada del trabajo, usurpas el trono y te colocas allí por pensar que tu esfuerzo y tu fortaleza serán los que te impulsarán a la victoria (p. 51).

Cuando nos centramos en nosotros mismos, a menudo buscamos trabajar para obtener lo que solo Dios puede darnos: significado, importancia, aceptación y propósito. El trabajo es una buena dádiva pero un dios terrible (p. 53).

Trabajar para la gloria de Dios significa que debemos proponernos amar al señor con todo nuestro ser y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Podemos organizar nuestro tiempo con esto en mente (p. 54).

Leer literatura para la gloria de Dios

No debemos pensar en los libros como una mera herramienta educativa (aunque es muy eficaz). Leer historias y un lenguaje de amor puede ayudarnos a buscar a Dios y amar más a su pueblo (p. 61).

La mente que se ejercita leyendo poesía o prosa poética es a menudo más receptiva a las perlas de verdad contenidas en tal lenguaje literario (p. 64).

Leer buena literatura nos permite deleitarnos en una historia bien contada, una frase bien traducida, una descripción bien captada o una verdad bien expresada. Esta es una buena mayordomía de la maravillosa dádiva del lenguaje de Dios (p. 65).

La lectura nos lleva a deleitarnos en el mundo que nuestro Dios ha creado: la infinita variedad de personas, lugares y criaturas que Él ha hecho (p. 68).

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