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Nota del editor: 

Este es un extracto adaptado de The 10 Commandments: What They Mean, Why They Matter, and Why We Should Obey Them (Los 10 mandamientos: Qué significan, por qué son importantes, y por qué debemos obedecerlos), publicado en asociación con Crossway.

1. Moisés nunca se refiere a ellos como los “diez mandamientos”.

Éxodo 20:1–2 presenta una de las secciones más famosas de la Biblia, de hecho, una de las piezas más importantes de la literatura religiosa de todo el mundo: los diez mandamientos. Por extraño que parezca, nunca se les llama los diez mandamientos.

La expresión hebrea, que aparece tres veces en el Antiguo Testamento (Éx. 34:28; Dt. 4:13; 10:4), literalmente significa “diez palabras”. Esta es la razón por la que Éxodo 20 se conoce a menudo como el “decálogo”, siendo deka la palabra griega para “diez”, y logos significa “palabra”. Estas son las diez palabras que Dios les dio a los israelitas en el Monte Sinaí y, argumentaría yo, las diez palabras que Dios quiere que todos sigamos.

2. Nos muestran quién es Dios.

La ley es una expresión del corazón y carácter del legislador. Debemos pensar en eso antes de decir: “No me gustan las leyes”, o antes de enfadarnos ante la idea de que hay cosas que debemos hacer o no hacer. Los mandamientos no solo nos muestran lo que Dios quiere; nos muestran cómo es Dios. Los mandamientos dicen algo sobre su honor, su valor, y su majestad. Nos dicen lo que le importa a Dios. No podemos despreciar la ley sin faltarle el respeto al Legislador.

3. Nos diferencian del mundo.

Como cristianos, somos un reino de sacerdotes, y una nación santa (1 Pe. 2:9). Debemos estar preparados para estar solos, para lucir diferentes, y para tener reglas que el mundo no comprende. Por supuesto, no siempre somos las personas santas que deberíamos ser, pero eso es lo que Él nos ha llamado a ser. Es lo que somos. Somos el pueblo de Dios, apartados para vivir de acuerdo a los caminos de Dios.

4. No nos despojan de nuestra libertad, sino que la proveen.

Con demasiada frecuencia pensamos que los diez mandamientos nos limitan, como si los caminos de Dios nos mantuvieran en servidumbre, nos frustraran nuestros sueños, nos evitaran alcanzar nuestro potencial. Olvidamos que Dios quiere darnos vida abundante (Jn. 10:10) y verdadera libertad (Jn. 8:32). Sus leyes, 1 Juan 5:3 nos dice, no son gravosas.

Los diez mandamientos no son instrucciones sobre cómo salir de Egipto. Son reglas para que la gente libre permanezca libre.

Dios no está tratando de aplastarnos con burocracia y regulaciones. Los diez mandamientos no son rejas de prisión, sino leyes de tránsito. Tal vez hay algunos anarquistas que piensan: “El mundo sería un lugar mejor sin ninguna ley de tránsito”. ¡Algunos de nosotros manejamos como si así fuera! Pero incluso si te impacientas cuando te encuentras en un semáforo en rojo, intenta pasarte el amarillo o girar a la izquierda en rojo. En general, ¿no estás contento de que haya algo que se asemeje a ley y orden? La gente hace alto y avanza. Disminuye la velocidad al conducir por las escuelas. Se detiene cuando hay un autobús escolar. No podrías conducir tu automóvil a la tienda si no hubiera leyes. Cuando conduces por una montaña sinuosa, ¿maldices las barandillas que evitan que caigas hacia una muerte prematura? No; alguien las puso allí a un gran costo, y para nuestro bien, para que podamos viajar con libertad y seguridad.

Los diez mandamientos no son instrucciones sobre cómo salir de Egipto. Son reglas para que la gente libre permanezca libre.

5. No fueron dados para que podamos ganarnos la salvación.

Algunas personas ven el cristianismo así: Dios tiene reglas, y si sigo las reglas, Dios me amará y me salvará. Eso no es lo que sucedió en la historia del éxodo. Los israelitas eran un pueblo oprimido, y Dios les dijo: “Escucho su clamor. Los salvare porque los amo. Y cuando estén a salvo, sean libres, y estén perdonados, les daré una nueva forma de vivir”.

La salvación no es una recompensa por obedecer; la salvación es la razón para obedecer.

La salvación no es una recompensa por obedecer; la salvación es la razón para obedecer. Jesús no dice: “Si obedeces mis mandamientos, te amaré”. En cambio, primero lava los pies de los discípulos, y luego les dice: “Si me aman, guardarán mis mandamientos” (Jn. 14:15). Todo lo que hacemos es solo por lo que primero Dios hizo por nosotros.

6. Son más confiables que nuestra intuición o código cultural.

Vivimos en una época paradójica en la que muchos dirán: “Lo correcto y lo incorrecto es lo que decides por ti mismo”, y sin embargo, estas mismas personas reprenden a los demás por violar alguna regla asumida. Como cultura, podemos ser bastante libres y liberales cuando se trata del sexo, pero podemos ser absolutamente fundamentalistas cuando se trata de los reclamos morales de la revolución sexual. Es posible que las antiguas palabras altisonantes ya no nos escandalicen, pero ahora hay otras palabras, insultos ofensivos, que rápidamente ofenderán a las personas alrededor. Seguimos siendo una sociedad con un código moral.

Pero la Biblia dice que el temor del Señor es el principio de la sabiduría (Pr. 9:10). La manera de encontrar instrucción moral no es escuchando nuestra intuición, sino escuchando a Dios. Si queremos saber lo correcto de lo incorrecto, si queremos saber cómo vivir la buena vida, si queremos saber cómo vivir de una manera que bendiga a nuestros amigos y vecinos, seríamos sabios en hacer las cosas a la manera de Dios, lo que significa prestar cuidadosa atención a los diez mandamientos.

7. La instrucción más importante de la iglesia se ha basado en ellos.

La iglesia históricamente ha puesto los diez mandamientos en el centro de su ministerio de enseñanza, especialmente para los niños y los nuevos creyentes. Durante siglos, la instrucción catequética se basó en tres cosas: el credo de los apóstoles, la oración del Señor, y los diez mandamientos.

En otras palabras, cuando la gente pregunta: “¿Cómo discipulamos? ¿Cómo enseñamos a nuestros hijos acerca de la Biblia? ¿Qué necesitan saber los nuevos cristianos sobre el cristianismo?”, sus respuestas siempre incluían un énfasis en los diez mandamientos.

Cuando Jesús tiene que dar un resumen conveniente de los deberes a nuestro prójimo, va directamente a los diez mandamientos.

8. Son fundamentales para nuestra comprensión del resto de la ley del Antiguo Testamento.

Si bien es cierto que la Biblia no dice que se impriman los diez mandamientos en negrita, no debemos negar su estatus especial en el antiguo Israel. Vinieron de Dios cuando Él le habló a la gente cara a cara (Dt. 5:1–5), y vinieron del Monte Sinaí en medio del fuego, nubes, densa oscuridad, y una voz fuerte (Dt. 5:22-27). Éxodo 20 es un punto alto, literal y espiritual, en la vida de Israel. No es de extrañar que las tablas de la ley, junto con el maná y la vara de Aarón, fueran colocadas dentro del arca del pacto (He. 9:4).

Hay muchas más leyes en el Antiguo Testamento. Pero estos diez primeros son fundamentales para el resto. Los diez mandamientos son como la constitución de Israel, y lo que sigue son los estatutos reglamentarios.

9. Son fundamentales para la ética del Nuevo Testamento.

Piensa en Marcos 10:17, por ejemplo. Aquí es donde el joven rico se acerca a Jesús y le pregunta: “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le dice: “Conoces los mandamientos”. Luego enumera la segunda tabla de la ley, los mandamientos que se relacionan con nuestro prójimo: “No asesines, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre ya tu madre” (v .19).

Si queremos amar a Cristo como lo merece y como Él lo desea, guardaremos sus mandamientos.

Jesús no está dando una forma de ganarse la vida eterna. Sabemos por el resto de la historia que Jesús está preparando al joven para una caída, porque el único mandato que obviamente no ha obedecido es el único que Jesús omite, no codiciar (vv. 20–22). Pero vale la pena mencionar que cuando Jesús tiene que dar un resumen conveniente de los deberes a nuestro prójimo, va directamente a los diez mandamientos.

10. Todavía son relevantes para los cristianos de hoy.

¿Podemos guardar los mandamientos completa o perfectamente? No. ¿Sirven para mostrarnos nuestro pecado y llevarnos a la cruz? Absolutamente. Pero los mandamientos también nos muestran el camino para vivir, el camino para amar a nuestro prójimo, y el camino para amar a Dios con todo nuestro corazón y alma.

Todavía necesitamos las “diez palabras” entregadas en Sinaí. ¿Han sido cambiadas en algunos aspectos por la venida de Cristo? Por supuesto; transformadas pero no destrozadas. Ya no podemos guardar los diez mandamientos correctamente a menos que los guardemos en Cristo, a través de Cristo, y con vista a la grandeza de Cristo, quien lo supera todo. Puesto que somos una nueva creación en Cristo, la ley no es solo nuestro deber, sino también nuestro deleite. Si queremos amar a Cristo como lo merece y como Él lo desea, guardaremos sus mandamientos (Jn. 14:15).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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