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Cuando era niño, a menudo convencía a mis padres de que me dieran uno de mis regalos de Navidad por adelantado, normalmente después del servicio de Nochebuena de nuestra iglesia. Sabiamente, ellos me daban un buen regalo, pero no el mejor; ese estaba reservado para el día siguiente. Me daban un aperitivo, pero no el plato fuerte.

Algo así sucede en la peculiar escena narrada solo por Mateo, justo después de la muerte de Jesús:

“Y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos”, Mateo 27:52-53.

Aunque es extraño a primera vista, hay un camino considerablemente claro a través de este laberinto. Vamos a partir de tres preguntas claves.

1. ¿Esto de verdad sucedió?

Una de las mayores controversias sobre este pasaje en los últimos años tiene que ver con su historicidad. Hay dos perspectivas.

Pensando en cómo eran desplegadas las muertes heroicas en la literatura grecorromana, algunos argumentan que la escena es esencialmente una imagen apocalíptica, destinada por Mateo no como un registro de hechos reales, sino como una especie de “efectos especiales” que simbolizan el significado dramático de la muerte de Jesús.

Aunque el sabor apocalíptico de la escena es importante, un mejor argumento es que Mateo pretende que esta escena sea tomada como un hecho claro e histórico.

En primer lugar, hay poca disputa en la actualidad de que toda la narrativa de la muerte de Cristo es propia del género de relato histórico.

Segundo, Mateo se desvía de su punto principal para enfatizar los testigos oculares que presenciaron los detalles circundantes y la escena misma: el centurión y otros “vieron” el terremoto y todo lo que sucedía (Mt. 27:54), y los santos resucitados “aparecieron a muchos” (27:53); lenguaje bastante similar a 1 Corintios 15:5-8.

Mateo pretende que la escena narrada en Mateo 27:52-53 sea tomada como un hecho claro e histórico

Finalmente, esta escena forma parte de una frase que comienza en el versículo 51, con cada parte unida por la palabra “y”: velo rasgado y un terremoto sacude y las tumbas se abren y los santos resucitan y aparecen en la ciudad. El velo rasgado es narrado en los otros Evangelios como un hecho histórico, por lo que el punto de vista de imagen apocalíptica requeriría que Mateo cambie el género a simbolismo apocalíptico a mitad de la frase, sin señal gramatical alguna. Los Evangelios, de hecho, contienen géneros incrustados como parábolas y sermones, pero están claramente señalados (“habló una parábola”). Y el Discurso del Olivo (Mt. 24-25) tiene elementos apocalípticos, pero mira hacia adelante, mientras que Mateo 27:52-53 mira hacia atrás en el tiempo.

En resumen, no hay razón para dudar de que Mateo pretende que leamos esto como una historia real.

2. ¿Qué pasó exactamente?

Aunque es histórica, la escena todavía nos presenta algunas piezas de rompecabezas que encajar.

Jesús exhala el espíritu (Mt. 27:50), e inmediatamente la cortina del templo se rompe y ocurre un terremoto (Mt. 27:51). Este fuerte terremoto hace que las tumbas se abrieran; comprensiblemente, dado que muchas tumbas en Palestina eran cuevas en una roca (Jn. 11:38). Estas tumbas albergaban “muchos cuerpos de los santos” (Mt. 27:52). La palabra “santos” se usa a menudo para el pueblo piadoso de Dios. Dado que sus cuerpos estaban todavía en las tumbas, estos santos probablemente no eran patriarcas de siglos pasados, sino seguidores recientes de Jesús.

El actor principal de esta escena es Dios mismo

Después de la resurrección de Jesús, estos santos “fueron” y “aparecieron” en la ciudad santa (Mt. 27:53). Algunos se han preguntado si estos santos fueron “resucitados” (27:52) el Viernes santo, pero luego se sentaron en tumbas abiertas antes de ir a la ciudad el domingo de Pascua, un comportamiento extraño.

Un mejor escenario emerge cuando notamos cómo Mateo entreteje esta escena con el siguiente capítulo: es decir, terremotos que coinciden con la apertura de tumbas de los santos y de Jesús (Mt. 27:51; 28:2), y el sutil presagio de la resurrección de Jesús en 27:53, que Mateo no narra en realidad hasta 28:5-6. Él establece que las apariciones de la resurrección de los santos fueron después de las de Jesús, pero narra las de los santos fuera de orden para tratar con ellos de un solo golpe, y así mantener el foco en Jesús en el siguiente capítulo.

La secuencia, entonces, es la siguiente:

Jesús muere → las tumbas de los santos se abren → la tumba de Jesús se abre → Jesús es levantado → los santos se levantan → las apariciones a testigos oculares de ambos.

Esto preserva el lugar de Jesús como la verdadera “primicia” de la resurrección (1 Co. 15:23), en lugar de otros santos que le precedieron.

Mateo no nos dice lo que les sucede a estos santos después de que aparecen en la “ciudad santa”. Algunos sugieren que esta fue su resurrección final y que más tarde fueron al cielo con Jesús. Otros sugieren que estos santos solo fueron devueltos temporalmente a la vida y eventualmente morirían y esperarían la resurrección final, como Lázaro, entre muchos otros (Jn. 11). La certeza es difícil porque Mateo guarda silencio. Lo que sí sabemos es que aparecen en Jerusalén, la ciudad madre que había rechazado a Jesús, como prueba de su victoria.

3. ¿Qué significa esto?

Habiendo intentado aclarar los detalles históricos de la escena, ofrezco tres perspectivas sobre su interpretación.

a. Teología (Propia)

El actor principal de esta escena es Dios mismo. Los verbos de este pasaje (“se rasgó”, “tembló”, “se partieron”, “se abrieron”, “resucitaron”) son todos pasivos e implican que Dios es el agente activo. Es su poder el que irrumpe incluso cuando todo parece estar perdido, así como es Él quien resucitará a Jesús de entre los muertos en el próximo capítulo (cf. Ro. 8, 11).

b. Escatología

El oscurecimiento del cielo (Mt. 27:45) y el terremoto que partieron las rocas (27:51) evocan la agitación cósmica que acompaña al día del Señor (por ejemplo, Is. 5:25; 24:18; Jl. 2:10; Nah. 1:5-6). Del mismo modo, la resurrección de los muertos en los últimos tiempos se anticipa en muchos textos del Antiguo Testamento (por ejemplo, 1 S. 2:6; Sal. 16:10; 49:15; Job 19:25-26; Is. 26:19; Dn. 12:2). De hecho, Ezequiel profetiza que los cuerpos revividos visitarán la Tierra santa (Ez. 37:12).

Pero esta coloración apocalíptica no hace que la escena de Mateo sea poco histórica. Más bien, invoca deliberadamente ideas del Antiguo Testamento para transmitir el significado de lo que está sucediendo. El día escatológico ha sido inaugurado: el juicio de Dios ha sido llevado adelante en el tiempo, expresado en la cruz, y la esperanza de la resurrección futura ha aparecido en parte.

El presagio de la resurrección en esta misma escena, inmediatamente después de que Cristo respire su último aliento, conecta la victoria con la aparente derrota

c. Cristología

La inserción de esta peculiar escena entre la muerte y la resurrección de Jesús muestra el poder de ambos: su muerte abre nuestras tumbas, sacándonos de la maldición de la muerte; y su nueva vida hace posible nuestra nueva vida. De hecho, el presagio de la resurrección en esta misma escena, inmediatamente después de que Cristo respire su último aliento, conecta la victoria con la aparente derrota.

Estos santos resucitados entraron en la Jerusalén terrenal, donde se había rasgado el velo del templo (Mt. 27:51). El camino hacia la presencia de Dios fue abierto. Pero la peculiar escena de Mateo es solo un aperitivo. El plato fuerte vendrá en la Jerusalén celestial, cuando el verdadero templo de Dios sea abierto y revelado (Ap. 11:19), y los santos resucitados habitarán con el Dios trino para siempre.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Sergio Paz.
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