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Leyendo un libro que trata el tema de la historia militar encontré un argumento interesante. El autor sugiere que sus lectores consideren el valor de leer los textos clásicos de la historia. ¿Por qué leer lo que se ha hecho en el pasado, en guerras antiguas, que no parecen tener nada que ver con nosotros? Pues, dice este autor, estos textos nos alejan de la política, la bulla y las modas del mundo actual; nos dejan pensar con mayor claridad las situaciones que enfrenta el ser humano en todas las edades, para que así podamos elevar y enriquecer el debate moderno acerca de las guerras de hoy en día.

Esta observación se puede hacer no solo de las guerras entre naciones y pueblos, sino también de nuestras propias batallas espirituales, así también como de las que enfrenta la iglesia en estos tiempos. Después de todo, a la iglesia en este mundo la llamamos la iglesia militante, a diferencia de la iglesia triunfante. La iglesia triunfante está compuesta por los que han ido a su recompensa y ahora descansan en Cristo de sus luchas y labores aquí. Nosotros somos la iglesia militante porque siempre afrontaremos retos, luchas y batallas en esta vida. Tenemos tres enemigos que no descansan; el mundo, la carne y el diablo.

Lo que entendemos de esta observación del historiador militar es que las causas que originaron las batallas en el pasado son parecidas a las que enfrentan hoy los militares, las iglesias, las personas y la sociedad misma. Tomando en consideración lo que sugiere el autor, sería bueno no perder de vista lo que la historia dice del pasado. Sin duda, todas estas guerras y luchas contienen un elemento efímero, algo que no permanece, al igual que tienen algo que sí perdura. Pero no hay que creer que porque tengamos teléfono celular y viajemos en avión, nuestra carne es otra, o que el diablo se ha rendido o que el mundo no opera a base de envidia, odio, resentimiento, celo y todo el mal que representa. Al leer libros antiguos es más fácil darse cuenta de los problemas que no cambian, y que parte de los problemas es la parte efímera.

Estos libros nos dan claridad en cuanto a lo que permanece y verdaderamente importa, y nos ayudan a darnos cuenta de cómo los cristianos lucharon en el pasado, para así poder enfrentar los problemas que ahora nos aquejan. ¿Tienes libros escritos en la antigüedad? ¿Tienes escritos de gente que enfrentó las batallas de la vida cristiana en edades cuando las modas, la bulla y la política eran diferentes a las de hoy? Nos pueden ayudar mucho los escritos contemporáneos; leamos estos también. Pero no olvidemos el valor de lo que han escrito nuestros antecesores. Y recordemos el valor de ver nuestros problemas actuales a la luz de situaciones distintas. Algunas sugerencias de lectura:

  • Las Confesiones, Agustín de Hipona
  • Institución de la Religión Cristiana, Juan Calvino
  • La Imitación de Cristo, Thomas à Kempis
  • Libro Sobre el Amor a Dios, Bernardo de Claraval

Y autores como San Juan de la Cruz, John Owen, Jonathan Edwards y muchos más a través de la historia.

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